miércoles, 15 de septiembre de 2010

Un Legado Perverso

La verdad es que estas mujeres de Chávez se las traen.
Será muy difícil olvidarse, por ejemplo, de la Fiscal Luisa Ortega Díaz, no sólo por ese físico punzante y esa vocecita inconfundible, sino por la forma como “sirve” a la revolución.
Es una de las subalternas más obedientes al comandante.
Uno apuesta íntimamente a ver si de milagro pierde cada vez que ella declara algo.
Son innumerables las veces que esta funcionaria desdice del cargo que la obliga a actuar de distinta manera a la que se le exige en ética y humanidad.

Este último capítulo en el cual informa la posibilidad de investigar a la familia del fallecido productor agropecuario Franklin Brito, por inducción al suicidio, es ya demasiado. Pero no es la única evidencia por parte del gobierno.
También figuran las declaraciones ofrecidas por Benavides en las que exige no se sumen a las muertes de cada día los delincuentes, porque ellos merecen la cárcel o estar bajo tierra. Esa falta de consideración, ese cinismo impresionante, es la norma en el criterio político de un régimen conducido por una mente con graves desórdenes, que se desborda ya en incoherencias y desatinos. Desde el instante que entró al escenario político, Hugo Chávez dejó ver lo que era, como cuando amenazaba con un látigo o freír las cabezas de los adecos y los copeyanos en aceite hirviendo.

Ya era obvio que aquel hombre no estaba marcando una pauta de moderación y entendimiento. Entonces, con la rabia y la desesperación de una democracia herida, uno lo creía un chiste, nunca un aviso, una señal.
Pero hoy no se puede ignorar porque esto que vemos todos los días es un virus que contamina y mata. Hemos visto a Hugo Chávez justificar a los asesinos de Puente Llaguno porque “actuaban (se mataban) en defensa propia hasta lo ultimito: ir al Estado Táchira en campaña electoral y, tras visitar la basílica del Santo Cristo de La Grita, proponer declarar al “Santo Cristo como “Protector de Venezuela” en sustitución de Nuestra Patrona La Virgen de Coromoto.
Banal barato, vulgar, viola constantemente la Constitución. Venezuela en la figura y el discurso de este hombre vuelve a protagonizar en otros espacios la pintoresca imagen del folklorismo militar de tiempos atrás, el teatralismo grotesco del actor malo que, sin embargo, se aplaude sin razonar, porque ésta no es Venezuela. Niños recitando loas al hombre de botas y uniforme, niñas alzando el puño, muchachos llenos de odio, hombres de negro cubiertos los rostros, destrozada la universidad, quemados los carros y autobuses, expropiadas las fincas, allanadas las empresas y los hogares.

La publicidad chavista habla de las empresas “socialistas” sobre el esfuerzo de otros, engañando, manipulando, aprovechándose de la miseria y la ignorancia. “Ahora esto sí es café: Fama de América, Aceite Diana”.
Pobres actores utilizados sin respeto. Sobre lo logrado por otros siguen engañando, el modelaje del terror. El legado perverso de un hombre fuera de sí.
Todo eso tiene oportunidad cierta de cambiar con nuestro voto este 26 de septiembre. Nunca, como ahora, somos responsables de Venezuela.

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ISA DOBLES